Leamos:
En un tranquilo pueblo rodeado de montañas, vivía una joven llamada Crisálida.
Ella era conocida por su amabilidad y optimismo, pues siempre buscaba la forma de hacer feliz a los demás.
Un día, mientras caminaba, encontró una pequeña semilla en el suelo y decidió plantarla en su jardín.
Con amor y cuidado la regó todos los días.
1 Corintios 16:14 "Hagan todo con amor"
Pasó el tiempo y la semilla comenzó a crecer, convirtiéndose en una hermosa planta llena de flores multicolores. Pero lo más sorprendente era que cada flor tenía un mensaje escrito en sus pétalos.
Crisálida se emocionó al darse cuenta que esta planta era especial, por lo que decidió, compartir las flores con los habitantes del pueblo para alegrar sus días.
Cada vez que alguien recibía una flor, sentía una oleada de felicidad.
El rumor se extendió rápidamente y personas de otros lugares comenzaron a visitar el pueblo para verlas y fue entonces cuando Crisálida se dio cuenta de que tenía la oportunidad de predicar, incluso más lejos.
Decidió viajar por el mundo, llevando consigo semillas de la planta. Dondequiera que iba, sembraba y fue así como los mensajes se esparcieron, trayendo alegría y esperanza a todos los corazones.
Marcos 16:15 "Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura"
Que hermoso es ser como Crisálida y comprender que no importa cuán pequeños sean nuestros actos, siempre podemos hacer una diferencia en la vida de los demás.
Necesitamos personas que comprendan que el poder de un escrito puede transformar al más renuente pecador y encender una llama de felicidad en el corazón de los que sufren.
Ora conmigo:
Señor, yo también quiero germinar, crecer y dar frutos pero para eso necesito el discernimiento que otorga tu Espíritu. Oro a Jesús para que así sea amén.