Una enfermedad repentina, una pérdida inesperada, un sueño que no se cumple o unas puertas que se cierran cuando más necesitamos que se abran, se convierten en situaciones que no entendemos y es en ese momento cuando llegan a nuestra mente, preguntas que parecen más grandes que las respuestas.
Esas interrogantes brotan del corazón en momentos de confusión y dolor.
¿Por qué yo?
¿Por qué esta prueba tan dura y difícil?
Como seres humanos queremos el bálsamo inmediato y eso no es así.
Dios conoce lo que nosotros no sabemos.
Él nos ha revelado en su Palabra: su entrañable amor, su fidelidad, su plan de salvación, pero hay misterios que solo él comprende.
Escrito está:
Deuteronomio 29:29 "Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley"
El pueblo de Israel tuvo que aprender esta lección.
Durante 40 años caminaron en el desierto sin entender completamente el plan de Dios. Moisés mismo no vio la Tierra Prometida, pero confió en que él sabía lo que hacía y esa es la clave: "cuando no entiendas, confía".
Dios no nos llama a entenderlo todo, sino a creerle en todo.
Cuando no entiendas lo que sucede, ni encuentres respuestas, CONFÍA.
Él no está obligado a explicarnos cada detalle, pero sí nos promete estar con nosotros en cada paso del camino.
Ora conmigo:
Señor, hay cosas que no entiendo, situaciones que me desbordan, caminos que parecen oscuros pero en medio de todo eso, elijo confiar en ti. Aunque mi mente no alcance a comprenderlo todo, tengo la certeza de que tú tienes el control. Dame paz en medio de la tormenta, fortaleza para seguir adelante y una fe inquebrantable que me sostenga. En lugar de preocuparme por lo que no sé, me aferrare a lo que sí sé: que tú eres bueno, me amas y nunca me abandonarás. En el nombre de tu Hijo. Amén.