"Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová"
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Es ley divina, todos nacemos de una mujer, ha sido esa la voluntad del Padre, él diseñó su cuerpo de tal forma que ella pudiera concebir.
Ana entregó a su hijo Samuel al servicio del Señor, ese hijo que tanto amaba y por el que tanto había implorado, lo puso en manos de aquél que sería capaz de formarlo según su voluntad.
Ella fue una madre, como la mayoría de las actuales, nunca dejó de proveer lo necesario para el crecimiento espiritual y físico de su niño.
Cuando uno cede obedientemente lo que ama, aquello por lo que tanto oró al servicio de Dios, él provee muchísimo más de lo que se ha pedido, Ana le pidió uno y él posteriormente le regaló tres varones y dos hembras, después de Samuel.
Hoy en día siguen existiendo mujeres extraordinarias, mujeres que brindan cariño y afecto maternal a sus hijos y a todo el que esté cerca de ellas.
Otras más allá del dolor que les causa el no poder procrear, se entregan de corazón al cuidado de tantos pequeños huérfanos, poniendo así de manifiesto su instinto maternal.
Puedan concebir o no, infinidad de mujeres son únicas en amor y sabiduría.
¡A todas las bendigo en el nombre de Jesús...!
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Aunque ya no estés presente continúo alabándote madre mía, por orientar a tu prole de forma acertada y proveer en cada uno de nosotros lo necesario para crecer física y espiritualmente sanos.
¡Siempre lo digo, ¡me tocó la mejor...!
¡Fuiste extraordinaria...! ¡Te amo mamá...!
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