En un mundo donde prevalece la frivolidad y sobresalen las apariencias, se es presa fácil para ser seducido por las cosas materiales e incluso, los placeres pasajeros. Y es que la misma sociedad nos presenta constantemente la idea de que la felicidad se encuentra en la riqueza y el reconocimiento.
Las celebridades y personas influyentes son a menudo veneradas, y sus estilos de vida lujosos se convierten en modelos a seguir. Sin embargo, el apóstol Juan nos recuerda que todo lo que el mundo ofrece es temporal y no puede llenar el vacío de nuestra alma.
Escrito está:
1 Juan 2:15 "No amen al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él"
Darle prioridad a lo que ofrece la sociedad, es relegar a Dios a un segundo plano. Si te dejas atrapar por lo mundano, corres el riesgo de perder la paz y la alegría que solo él otorga. Ten presente que la satisfacción terrenal, es frivola y a menudo deja un vacío que las posesiones materiales no pueden llenar.
Seamos inteligentes y recordemos a cada instante que nuestra verdadera felicidad proviene de nuestra relación con Dios.
Ora conmigo:
Señor, perdóname por los momentos en que he amado más lo provisional que lo eterno. Gracias por tu paciencia, por tu gracia que me alcanza y por el privilegio de conocerte. En el nombre de Hijo. Amén.

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