De pequeña no había algo que me asustara tanto como la oscuridad, me sentía insegura y me dominaba el pánico.
De adulta no fue mucha la diferencia porque la vida me enfrentó a eventos dolorosos que no supe combatir, generando la misma incertidumbre y el mismo temor de cuando niña.
La inesperada muerte de mi madre, hace años atrás, provocó en mi un descontrol terrible, me sentía consternada, me irritaba por todo, no encontraba respuestas a mis preguntas. Era un desastre, estaba totalmente desbalanceada y lo más triste, no sabía que hacer ni a quien acudir.
Caer en el vacío es fácil para quien está lejos de Jesús, por eso caí y me costó muchísimo salir a flote, pero lo logré, no por valentía propia, sino porque él me rescató.
Hoy estoy clara, al fin pude comprender que todo lo que sucede tiene un propósito ¡hacernos crecer en la fe...! y para que esto ocurra necesitamos mantenernos conectados a Cristo, nuestra única fuente de luz
Juan 8:12 "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida"
El Nuevo Testamento relata con lujo de detalles su esfuerzo por llegar a todo tipo de personas: leprosos, recaudadores de impuestos, rameras, fariseos, pecadores, viudas, adúlteros e impuros.
A través de los Evangelios nos damos cuenta que él tiende la mano a todos por igual
Por eso, cuando te agobien las tragedias y te sientas como si has recibido un montón de golpes, ¡búscalo...!
Salmos 55:22 "Entrégale tus afanes al Señor y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre"
Ora conmigo:
Señor, reconozco que estaba apagada espiritualmente pero llegaste tú e iluminaste mi vida. Ya no hay afanes, ni problemas que me atormenten, tu sanaste mis heridas y me levantaste con ternura. No me abandones. Te lo imploro en nombre de tu Hijo. Amén.