Todos en algún momento, hemos sentido el vacío que deja una pérdida familiar o la decepción que nos produce ser traicionados por quien menos lo esperábamos y esta es la razón de que hayan lágrimas que no se ven y sentimientos que no se comparten, por creer que no nos van a entender.
Apocalipsis 21:4 "Él secará todas sus lágrimas, y ya no habrá muerte ni sufrimiento, ni llanto, ni dolor, porque el mundo como existía antes ya desapareció"
Este versículo no es una promesa lejana, Dios mismo enjugará nuestras lágrimas. Él vendrá, se acercará y como un padre amoroso secará cada lágrima con sus propias manos.
Si estás atravesando un sinfín de problemas, no te desesperes. Él está está contigo, te abraza en tus noches largas, te fortalece en tus días débiles y te recuerda que lo que viene será mucho mejor.
La esperanza no es una ilusión. Es la certeza basada en el carácter de un Dios que cumple lo que promete.
Ora conmigo:
Señor, sana mis heridas emocionales, sé que cada lágrima derramada está en tu memoria. Segura estoy de que a tu tiempo me restaurarás. Necesito tu consuelo y la paz que sobrepasa todo entendimiento. En el nombre de tu Hijo. Amén.

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