A todos en algún momento, nos ha tocado darle el frente a la aflicción.
¡Nadie la espera, nadie la desea, pero llega...!
Puede presentarse en forma de una pérdida, de una enfermedad, de una traición o de una noticia nefasta.
Y es allí, donde la Palabra se vuelve vida:
Leamos:
Jeremías 16:19a "Señor, tu eres mi fuerza y mi fortaleza; ¡tú eres mi refugio en momentos de angustia!"
Por mucho que duela debemos tener presente que en medio de la oscuridad, Dios no es un espectador distante, sino nuestro refugio presente. Él no nos evita el dolor, pero camina con nosotros y no nos deja caer.
Hoy en día hay muchas personas desanimadas, agotadas emocional y espiritualmente, unos luchan con la culpa y otros con la incertidumbre. Pero Jeremías nos recuerda que el lugar seguro es la presencia del Señor. Sólo en él encontramos fuerza cuando no queda nada, esperanza cuando todo parece perdido y propósito en medio del quebranto.
Dios no es un escape, es una roca firme. No siempre calmará la tormenta al instante, pero sí nos dará paz para atravesarla. Y eso, es suficiente. Porque cuando todo lo demás falla, Él permanece fiel.
Ora conmigo:
Amado Padre, gracias por no abandonarme y porque tu gracia siempre llega a tiempo. En el nombre de tu Hijo. Amén.

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