Vivimos en un mundo donde la incertidumbre, la inseguridad, la inquietud, el desasosiego y la duda, nos arropan desde que abrimos los ojos y la pregunta que retumba constantemente en nuestros pensamientos, es la misma:
¿Hacia dónde voy? ¿Cuál es el propósito de mi vida? y nos da por buscar respuestas en lugares que no satisfacen el alma.
Sin embargo, el Antiguo y Nuevo Testamento reflejan un mensaje claro sobre la verdadera satisfacción que solo se encuentra en Dios.
El Rey Salomón, experimentó todas las riquezas, el placer, y el poder, y concluyó que todo era “vanidad de vanidades”
Escrito está:
Eclesiastés 1:2 "Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad"
Salomón nos muestra que las cosas de este mundo, aunque puedan ofrecer complacencia temporal, no llenarán el vacío profundo que tenemos en el corazón.
Y en el Nuevo Testamento, Jesús se presenta como la solución definitiva a la insatisfacción del alma.
Leamos:
Juan 4:13-14 "—Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, ▪︎ pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
Aquí se refiere al gozo espiritual que solo él puede proporcionar, contrastando con las fuentes temporales de placer que el mundo ofrece.
Buscar respuestas en lugares que no satisfacen el alma, nos enfrenta a un vacío sin límites.
El verdadero agrado y el propósito anhelado se encuentran únicamente en una relación viva con Dios a través de Jesucristo.
Hoy te sugiero lo invites a ser el centro de tu búsqueda para que veas como esa sed comienza a ser saciada.
Ora conmigo:
Amado Padre, mi vida, no está exenta de problemas pero sé que cuento contigo, tú eres mi luz resplandeciente y la respuesta a las preguntas más difíciles. En ti encuentro dirección, sentido y la certeza de que un día estaré para siempre en tus brazos. En el nombre de tu Hijo. Amén.