En un mundo donde las promesas humanas pueden romperse y las posesiones terrenales desvanecerse con el tiempo, es factible creer que lo que tenemos no es suficiente o estamos a un paso de perderlo todo.
Sin embargo, Dios nos recuerda que nuestra verdadera herencia no es algo que podamos ganar o perder aquí en la tierra y que está guardada en los cielos. Se nos ha dado a través de Cristo una esperanza viva, que no se corrompe ni se desvanece, porque está basada en su victoria sobre la muerte.
Es por eso, que en momentos de crisis y cuando parezca que todo a nuestro alrededor se tambalea, recordemos que nuestra herencia no depende de las circunstancias, sino de su fidelidad.
Si te sientes desanimado o sin rumbo, imagina la cruz donde fue sellado el pacto eterno que te asegura una vida plena, no solo en el futuro, sino desde ahora mismo.
Cristo nos hizo nacer de nuevo, nos dio acceso a una relación directa con el Padre, y nos prometió estar a su lado. No hay mayor riqueza que esta. Vivamos, entonces, con la certeza de que nada puede arrebatarnos lo que él ha reservado para nosotros.
1 Pedro 1:3-5 "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia y mediante la resurreción de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, ▪︎ para que recibamos una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera. Esta herencia les está reservada en los cielos ▪︎ a ustedes, que por medio de la fe son protegidos por el poder de Dios, para que alcancen la salvación, lista ya para manifestarse cuando llegue el momento final"
Ora conmigo:
Señor, renueva mi corazón para vivir con gratitud, valor y fe, sabiendo que cada paso en esta tierra me acerca más a la plenitud de tu amor. Que mi vida refleje la esperanza que tengo en Cristo, y que pueda ser luz para quienes aún no te conocen. En el nombre de tu Hijo. Amén.
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