El trajinar diario nos agobia tanto que la gran mayoría de las veces pasamos por alto las pequeñas cosas, sin imaginar que con un simple acto de bondad quienes nos rodean pueden sentirse inmensamente feliz.
No hace mucho me encontré por casualidad con una señora amiga en la farmacia, nos abrazamos e inmediatamente ella comenzó a llorar. Le pregunté que le pasaba, a lo que respondió:
"Recordé el abrazo que mi madre me dio en su lecho de muerte, porque hace muchísimo tiempo que nadie me saluda de esta forma"
Sentí tristeza y la abracé nuevamente.
Cuando nos despedimos pensé:
Para mostrar generosidad y ofrecerla a todo el mundo, debemos conectarnos con Jesús.
Gálatas 6:10(a) "Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos"

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