Decía mi abuela: "el que se adormece pierde porque se lo lleva la corriente" y mentira no es.
Igual sucede en la vida espiritual, porque quien no busca crecer en cuanto a entendimiento, lastimosamente empieza a retroceder. Entendamos que la vida cristiana es tener una relación viva con Cristo y como toda relación, necesita ser cultivada, necesita profundidad, sinceridad, y sobre todo, florecimiento.
En este mundo lleno de dudas y de luchas internas, desarrollarse en la gracia y la lucidez de Dios, no es un lujo, es una necesidad vital.
Escrito está:
2 Pedro 3:18 "Más bien, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a quien sea dada la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén"
Ese conocimiento al que Pedro se refiere no es solo información bíblica, es conocer al Hijo como quien conoce a un amigo íntimo. Es saber como corrige, como consuela, como ama. Es aprender a vivir como él vivió, con propósito, con mansedumbre, con fuego en el alma y misericordia en el corazón.
El mundo necesita discípulos que crezcan, que maduren en la fe, no para aparentar santidad, sino para vivir con la libertad que solo el Evangelio ofrece.
Hoy Dios te llama a crecer. No a competir con otros, no a saberlo todo, sino a ser cada día un poco más como él, porque el crecimiento verdadero no es ruido, es fruto.
Ora conmigo:
Señor, anhelo parecerme más a ti para que cuando otros me miren, puedan verte creciendo en mí. Te entrego mi proceso. En el nombre de tu Hijo. Amén.

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